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Dan Gonzalez, Director de la Comunidad Teológica de Mexico. Dan compartió la oración durante un encuentro de las Iglesias Anabaptistas sobre la migración en Mexico. 

Padre nuestro que pareces estar en el extranjero, nacionalizado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu asilo político,
Hágase tu voluntad así en mi tierra, y todos nuestros países periféricos,

como en el extranjero…los países centrales o del norte a donde buscamos luego mejores
oportunidades.

El pan nuestro de cada día…

…esa fue la motivación que hizo a la matriarca Noemí repatriarse: la esperanza de que
“Dios había visitado a su Pueblo con pan” y volvió haciendo de su antes-nuera-ahora- amiga, Rut, una “bracera espalda mojada” en el campo, recolectora de espigas de trigo para preparar su propio pan…¡pan de extranjera! Porque: “no sólo de pan viven las personas.”
¡Pero también de pan!
Al punto: el dream nuestro de cada día, dánoslo hoy.

Perdona nuestras deudas, no hagas como nuestros acreedores que a razón de seguir cobrando nos

obligan a dejar casa, tierra y familia para buscar la manera de pagarles. Hasta las empresas de envió de dinero nos cobran fortunas por las remesas y con un tipo de cambio chapucero que les hace ganar “en minutos” lo que nosotros ganamos en días de trabajo y a nuestras familias en el sur les da de comer y para vivir por meses.

Como nosotros perdonamos…¿perdónanos? La mayoría de las veces no sabemos perdonar, cuando

alguien, por necesidad, nos debe una parte de las remesas que nuestros hijos e hijas mandan del norte. O cuando hermanas guatemaltecas, salvadoreñas, hondureñas, africanas o asiáticas llegan como migrantes a México para buscar su propio pan.

No nos metas en la tentación de olvidar la esperanza y buscar, como apátridas, nuevas

ciudadanías, nuevos pasaportes y otros derechos de residencia que no encontremos en nuestra propia nación. Y no nos dejes caer en el programa DACA porque dejaremos de ser dreamers para convertirnos en bad hombres localizables para deportación.

Y líbranos de los muros y decretos contra refugiados o, de los millones de deportaciones y, de los malos,

esos a los que llaman “polleros” y nos dejan a mitad del camino en el desierto rumbo al norte. Líbranos de los traficantes de mujeres o redes de prostitución que roban a las niñas para hacerlas adictas y luego servirse de ellas a través de sus cuerpos. Líbranos del desplazamiento obligado a causa del odio étnico, religioso y homicida.
Líbranos de ser balseritos, arrojándonos al mar a merced de tormentas, tiburones y deshidratación, sólo para cerrar los ojos y querer creer que la esperanza está sólo en la otra punta del mar.

Porque tuya es la ciudadanía, la oficina de migraciones y las fronteras.
Por todos los exilios y las diásporas.
Amén.