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En el hemisferio sur, la primavera empieza el 21 de septiembre. Para muchos es motivo de alegría porque la temperatura comienza a subir y los paisajes se vuelven coloridos por las flores en los árboles y jardines. Pero hay cierta parte de la población, a la que no le beneficia este cambio porque los procesos de polinización les produce alergias.

La primavera de Chile empezó el día 18 de octubre cuando un grupo de valientes compatriotas, representados por estudiantes secundarios, llamaron a evadir los pasajes del metro por el alza de 30 pesos. Así comenzó la “Revolución de los 30 pesos”.

Comencé hablando de la primavera como metáfora no para romantizar esto, sino, por el fenómeno que han causado estas movilizaciones en la población. Siempre es un proceso muy incómodo salir de la “normalidad”, pero la gente que anda en las calles protestando, lo hace con esperanza, esperanza que quiere apagar esa parte de las personas a la que le da “alergia” el cambio.

Desde el llamado a evadir y medida que las horas pasaban, los medios televisivos y redes sociales empezaron a dejar en evidencia como cada vez eran más las personas que se unían a esta protesta y al descontento. Desde los programas de televisión en las mañanas entrevistaban a la gente esperando encontrarla molesta por las largas horas de espera para tomar locomoción y llegar a sus trabajos o de vuelta a sus casas. La sorpresa para ellos, fue que la gente si estaba enojada, pero no con los estudiantes, estaba enojada porque subieron los pasajes sin querer subir el sueldo mínimo, sin mejorar la salud, sin responder respecto al sistema de pensiones, por los “perdonazos” que se dan entre políticos y empresarios después de grandes robos y colusiones, porque después de mil promesas aún no hay educación gratuita, porque el transporte aún no llega a las zonas periféricas, por la privatización del agua y por tantas cosas más. Algunas personas dijeron que se sentían sorprendidos de que la gente empezara a actuar así, ¿enserio? ¿en qué planeta viven que no se han dado cuenta que llevamos treinta años aguantando lo mismo?

Las protestas salieron de los espacios del metro y la gente empezó a salir a la calle a marchar, a gritar, a reclamar. Comenzaron los cortes de calles, los cacerolazos y desde el gobierno sintieron que las cosas se salían de control. El nivel de represión que habían ejercido hasta ese momento, al parecer no era suficiente y por primera vez en treinta años, desde la vuelta a la democracia, llamaron a estado de emergencia y salieron los militares a la calle a “poner orden”. Después de treinta años la gente lo sentía, la dictadura parece que en verdad nunca se había ido.

Photo: Sebastien G. Mora, usada con permiso

Como a las diez de la noche del sábado 19 de octubre, después de haber estado todo el día en Instagram y twitter tratando de saber que pasaba en Chile, veo un video de la plaza Anibal Pinto de Valparaíso, ¡cómo no iba a reconocer esa plaza si ahí está mi heladería favorita de la ciudad! En el video se ve un camión de los que usan los militares y justo detrás, un grupo como de doce uniformados. El video continúa cuando la persona que graba cambia de dirección de enfoque y muestra como un grupo de cinco militares le pegaban a un civil, uno de ellos lo tiró al suelo con una patada en su abdomen. Yo sentí como que algo en mí se estaba rompiendo.

Es difícil estar lejos de una lucha de la que he sido parte como estudiante y posteriormente como trabajadora y que me ha representado de tantas maneras al escuchar a compañeras y compañeros buscando justicia. Una justicia que reclama oportunidades, como dignificar a las personas a través de un sistema de salud que no haga a la gente estar más preocupada por como conseguirá el dinero para el tratamiento que por su propia recuperación.

Estar lejos me ha hecho pensar en cosas que escuché cuando llegué a vivir a Colombia, como que en mi país no había guerrilla y nunca había experimentado esa violencia. Por un tiempo me lo creí y hasta sentí culpa por haber vivido de forma diferente y ahora pensaba “¡chuta! no sé lo que ha vivido la gente de acá y resulta que hoy tampoco sé cómo han vivido la represión en mi propio país, en mi propia ciudad”.

En Chile, desde el primer día de movilizaciones, la gente empezó casi de manera espontánea a manifestarse con cacerolazos en marchas multitudinarias en la calle y a la hora del toque de queda desde sus casas. Quien diría que el sonido de tantas ollas sonando al mismo tiempo llegaría a simbolizar que el pueblo estaba unido, que la lucha era de todas y todos y que no se detendrían aun cuando el 20 de octubre el presidente en declaraciones para todo el país dijera “Estamos en guerra”, palabras que sabíamos no eran ciertas y que sigue siendo demostrado día a día por la gente que ha pasado 16 días consecutivos en marchas y donde una de ellas convocó a más de un millón de personas.

Photo by Guido Coppa

Lamentablemente, en el momento en que se escribía este artículo, el gobierno aún no había escuchado y según cifras de la Fiscalía de Chile, van más de 23 personas muertas ¿Quién será su voz ahora? Se levantarás otras y otros, estoy segura, pero no les podremos reemplazar.

Para terminar, citaré parte del último discurso de Allende: “Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.”

Porque nunca fueron 30 pesos. Han sido 30 años viviendo con una constitución escrita en dictadura, con un modelo económico que dijeron había “salvado” a Chile de ser como Cuba y que lo llevaría al desarrollo, 30 años de una democracia sucia.

Aunque a muchos les moleste, la primavera llegó igual, ¡Chile despertó!

La historia es de todos y todas, la historia es nuestra.

Francisca Pacheco Alvarado, de Valparaíso, Chile, vive actualmente en la ciudad de Istmina, Chocó, Colombia. Ella hace parte del grupo V del programa Semilla Colombia y trabaja con los Hermanos Menonitas de la región en un proyecto de «Educación para la paz» y en Fagrotes (Fundación Agropecuaria Tejiendo Esperanza).

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