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Por Kristen y Wawa Chege, Analistas de Política y Coordinadores de Incidencia, CCM Haití

El 12 de enero era el tercer aniversario del terremoto en Haití en 2010 que causó gran destrucción, incluyendo la muerte de aproximadamente 300.000 personas, y a otras 300.000 heridas. Además de la pérdida inmediata de vidas, desde el terremoto, Haiti ha sufrido también huracanes que se han cobrado al menos 54 víctimas más, y la introducción de una epidemia de cólera que hasta la fecha ha matado a 7.912 y sigue matando.

En medio de la pérdida de vidas y la devastación, los haitianos siguen avanzando en la reconstrucción de su país. La mayor parte de los escombros del terremoto ha sido limpiado, y los propietarios de viviendas están trabajando para reparar sus casas. Pero esto no es fácil, ya que los recursos financieros del país siguen disminuyendo y montan las frustraciones. De los más de $ 9 mil millones de dólares donados a Haití en respuesta al terremoto, más de la mitad ya se ha comprometido o gastado. Sin embargo, los resultados tangibles no son claros. Al frente de esta lista de preocupaciones son las 357.785 personas que permanecen viviendo en carpas, con pocas opciones de vivienda adecuada disponible.

Con los fondos del terremoto agotandose, el énfasis se ha puesto en atender las necesidades básicas de las personas sin empleo, vivienda, servicios de salud y educación adecuada. Un gobierno abrumado, una comunidad internacional distraída, y $20 millones de dólares en oro sin explotar, crea una oportunidad única para las empresas mineras extranjeras.

Teniendo en cuenta la cantidad de ganancias potentiales, las apuestas son altas. Si Haití se mantiene como el principal beneficiario de estos grandes proyectos mineras podría aumentar los esfuerzos de reconstrucción. Pero si no, lo contrario puede suceder, que incluye aun más la devastación del medio ambiente en un país donde sólo queda el 2% de la cubierta forestal original. Además de la degradación ambiental potencial, también hay riesgos de violencia en la comunidad, reasentamientos forzados, pérdida de la agricultura y la explotación de las comunidades locales.

Como ejemplo, la mina de Pueblo Viejo, justo al otro lado de la frontera en la República Dominicana ha causado graves daños ambientales. Otras comunidades mineras en México, Colombia, Honduras y Guatemala también han visto la destrucción del medio ambiente, así como las relaciones rotas entre los miembros de la comunidad.

En los departamentos del norte de Haití, la minería artesanal ha existida durante generaciones, y miembros de la comunidad pueden dar fe de la visita de varias empresas mineras en los últimos años que muestran interés en las ganancias potenciales. Estas personas se muestran escépticos acerca de si van a ver los beneficios para sus comunidades si entran minas extranjeras grandes. Con las regalías que son los más bajos de la región, se estima que más del 90% de los beneficios obtenidos de las extracciones se saldrían del país.

Por lo menos cuatro empresas mineras han firmado acuerdos de exploración en Haiti. Sólo en diciembre, dos contratos adicionales fueron firmados firmados para los próximos pasos en el proceso de extracción. Las evaluaciones ambientales son obligatorias antes de que la minería puede comenzar, pero con la rapidez con que los contactos se firmaron en diciembre pasado,  (aprobados solamente cuatro días antes de Navidad, no hay mucha confianza de que las evaluaciones realmente respondiron a las cuestiones necesarias. Las empresas mineras tienen planes de invertir decenas de millones en actividades de exploración. Sin embargo, los beneficios que se pueden obtener son muy superiores a cualquiera de sus gastos previsibles.

Exigiendo que el gobierno y las corporaciónes cumplen con a las leyes y acuerdos internacionales significa que haya suficiente consultación con las comunidades afectadas. El mayor error en la reconstrucción tras el terremoto era la falta de consulta local. Que el mismo error no se haga dos veces.