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Este artículo es parte de una serie que trata sobre el racismo en Colombia. Leer más aquí.

El racismo existe en todos los países y sociedades desde hace varios cientos de años atrás. Puede ser que no se exprese de las mismas formas, pero algo que sí hay en común entre todos, es que se niega la existencia de este.

Según La RAE Racismo es: “Exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive.”

Según esta definición ¿podrías asegurar que no hay racismo en tu país?

El pasado 25 de mayo del presente año, fuimos testigos de un acto violento y lamentable por parte de un policía estadounidense hacía George Floyd, ciudadano afroamericano, el cual terminó en su muerte. Como consecuencia de esto comenzaron multitudinarias marchas en son de protesta por la pérdida de un compañero y además, muchas voces empezaron a elevarse cansadas de años de racismo expresado a través de violencia física, verbal, social y estructural. El mundo entero se conmocionó al respecto emitiendo variados mensajes en contra del horrible acto, muchos de esos mensajes desde Latinoamérica identificándose como víctima también, pero mostrándose un tanto lejos del tema.

El racismo está entre nosotros/as desde que trajeron personas africanas en condición de esclavas hacia este continente, el racismo en estos territorios existe.

En América Latina por mucho tiempo nos hemos jactado de vivir libre del racismo que se vive en Estados Unidos y que nos muestran los diferentes medios de comunicación, pero ¿qué tan real es eso? El racismo está entre nosotros/as desde que trajeron personas africanas en condición de esclavas hacia este continente, el racismo en estos territorios existe.

Como mencionaba en un comienzo, el racismo se ha expresado de forma muy visible a través de actos de violencia física y verbal pero también de manera estructural siendo estas conductas altamente peligrosas y dañinas. Hay racismo en las noticias de crímenes civiles, en la publicidad y en las integraciones sociales, económicas políticas e históricas. Entonces cuando hablamos de racismo estructural hacemos referencia a la normalización y legitimación de políticas públicas, prácticas cotidianas y actividades diarias que se acumulan y producen consecuencias negativas sobre un grupo específico de población por causa de su color, origen, cultura, vestimenta u otras. Es la manera en que se ha visto la ausencia de sistemas de justica, de educación y de salud, segregación de la sociedad en grupos o zonas y accesos restringidos (no siempre de manera evidente) por no ser aceptados como iguales.

Hacia el sur de América nos omitieron partes de la historia. Muchas veces escuché (en otras hasta yo misma lo dije y hoy lo reconozco con vergüenza) la siguiente frase “aquí no hay negros”. Se negó la presencia de los negros, se tendió a relativizarla con argumentos como que fueron muy pocos los que llegaron o que los que sí lo hicieron, o bien se marcharon, o murieron en la guerra o no sobrevivieron debido al frío y las enfermedades.

Producto de la crisis vigente en Haití desde el 2004, la población comenzó a migrar en busca de refugio y opciones de calidad de vida diferentes. A Chile solo en el año 2017 ingresaron 104.782 Haitianos/as provocando un aumento de la población en ciertas regiones y generando visibles impactos sociales. Como si no fuera suficiente tener que enfrentar un idioma, cultura y clima diferente, muchos/as han sido víctimas de racismo. Joan Florvil era una joven madre de 27 años que llevaba siete meses viviendo en Santiago, Chile luego de haber salido desde Haití. Joan murió producto de racismo institucional luego de un “mal entendido” con carabineros, quienes no hicieron esfuerzo alguno por comunicarse con ella, de ser así, su hija, una niña que este año cumplirá tres años de vida estaría con su madre.

Es necesario que los gobiernos estructuren políticas públicas de inversión y compensación que velen por la igualdad de trato y oportunidades para toda la población.

En Colombia dicen que no hay racismo porque su constitución dice que Colombia es una “nación plurietnica y multicultural”, sin embargo, el 30% de los afros está en la pobreza, el 81% trabaja de manera informal, el 20% no tiene acceso a agua potable y el 14% es analfabeta.

Es necesario entender que estas desigualdades existentes se fortalecen y entrelazan producto de la “normalización” de las mismas por parte de la población en su cotidianeidad. 

Estas erradas imágenes que vemos a diario son reflejo de la ausencia de un debate público profundo y sincero sobre la cuestión racial en nuestros territorios y ni siquiera he mencionado la cuestión indígena que nos dicen no es algo racial sino un asunto relacionado al desarrollo y la marginación social y económica.

El déficit democrático que vivimos incluye el hecho de que la igualdad sea étnica, racial, de género o de cualquier otro tipo está lejos de verse como un requisito esencial y fundamental para la democracia, pero sin libertad no hay democracia y sin democracia no hay libertad. Es necesario que los gobiernos estructuren políticas públicas de inversión y compensación que velen por la igualdad de trato y oportunidades para toda la población.

¿Alguna vez han leído o escuchado sobre la metáfora del elefante en la sala? Esta metáfora aplica a situaciones donde existe una verdad evidente, pero se busca ignorarla y no hablar sobre ella. El Elefante en la sala es el racismo, guardar silencio ante él es también parte del problema.


Francisca Pacheco Alvarado, de Valparaíso, Chile, vive actualmente en la ciudad de Istmina, Chocó, Colombia. Ella hace parte del grupo V del programa Semilla Colombia y trabaja con los Hermanos Menonitas de la región en un proyecto de «Educación para la paz» y en Fagrotes (Fundación Agropecuaria Tejiendo Esperanza).

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