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La migración es compleja y las historias, así como sus protagonistas son únicas. Las une, sin embargo, el deseo humano de sobrevivencia y de resiliencia. En países del istmo centroamericano la mayoría de las veces implica personas que son expulsados por sus naciones, ante la falta de oportunidades, empleos, acceso al agua, salud, seguridad y un techo digno: derechos básicos de todo ciudadano y ciudadana en el siglo 21.

Esto unido a la situación de impunidad y desastres naturales a las que han estado sometidas, como por ejemplo el Huracán Eta y Iota el año pasado, que dejó a comunidades enteras con muchos daños en infraestructura y cosechas perdidas (Un claro ejemplo de cómo el cambio climático está afectando, más fuertemente, a país pequeños y sin políticas ambientales). No es extraño, entonces, que miles de personas en Honduras, vean en caravanas o en travesías guiadas por coyotes esperanzas de un mejor porvenir para sus familias.

La migración aborda todas las edades, razas y géneros. Mujeres y niños también, emprenden la travesía de cruzar las fronteras día a día, a pesar de que países como Guatemala y Mexico, por ejemplo, han sido financiados para reforzar sus fronteras y contenerlos en la llamada política del «tercer país seguro».

La migración está a nuestro alrededor, como centroamericana he escuchado de historias de migración toda mi vida. Familiares, amistades íntimas han tenido que salir de mi país, Nicaragua. Algunas historias son inspiradoras; otras son escalofriantes. Sólo en Nicaragua, en este año, 6 mujeres han sido asesinadas en su travesía de cruzar fronteras o estando en los países donde esperaban empezar de nuevo: Costa Rica, Panamá, España y Estados Unidos por mencionar el top de los más comunes.

 ¿Qué hace que una persona quiera migrar a otro país? Las razones son múltiples y hay desde becas de estudio, empleos mejor pagados o la única oportunidad de sobrevivir.  Quiero explorar estas preguntas y razones  con mujeres que han sido retornadas a Honduras. Gracias al programa de Migrantes de la organización de CASM (Comisión acción social Menonita de Honduras) organización socia del CCM en Honduras, hoy me pongo en contacto con Kennia Sanchez de 29 años, de Yoro departamento de Honduras.

Imagen por cortesía de CASM

La salida de Honduras

Kennia tiene dos hijos y está casada. Su esposo fue el primero en intentar llegar a Estados unidos. No lo logró. Pero creyó, que su esposa y su hijo de tres años podrían hacerlo. Kenia me comenta a través del teléfono “no había trabajo. Teníamos muchas deudas. Hicimos cálculos y el coyote nos ofreció llevarnos a mi hijo de tres años y a mí por el mismo precio”.   

Por increíble que parezca Kennia se fue con su hijo de tres años. No le dijo nada a ningún familiar. El plan era sólo de ella y su esposo. Consiguieron 8000 UDS, y Kennia partió un viernes 14 de junio del 2019 con su hijo en brazos y una mochila, llena de pampers, ropa para el niño y muchos sueños.

De Honduras a la frontera Mexico-EE.UU

La travesía hasta la llegada a México no tuvo sobresaltos. Kennia me comentó como la persona que la llevaba la trataba bien, inclusive dice haber recibido un trato preferencial. Sin embargo, todo cambió cuando llegaron a la frontera de México con estados unidos, en Reynosa, municipio y ciudad del Estado de Tamaulipas ubicado en el Noreste de México.  El niño se enfermó y no podían salir de la bodega, dónde junto a otros migrantes tenían que esperar a la orientación de los coyotes.

“Estuvimos en Reynosa, cinco días y ahí estuvimos a veces en casas, a veces en bodegas. Te dicen que no puedes salir, porque es zona de Zetas (uno de los carteles más peligrosos de Mexico) y ahí estábamos con otros 100 migrantes asustados”. 

Cuando escucho lo de las bodegas pienso en la masacre de Tamaulipas, en el 2010 cuando 72 personas fueron asesinadas por los Zetas.  En el lugar quedaron amontonados los cuerpos de 24 hondureños, 14 salvadoreños, 13 guatemaltecos, 5 ecuatorianos, 3 brasileños y un ciudadano indio. 58 hombres y 14 mujeres. Doce cuerpos siguen sin identificar. La muerte es más común de lo que se piensa en estas travesías.

Me impresiona saber que ella viajó con su hijo de tres años.  Me hace pensar en mi hija de 4 años, quien está jugando y gritando afuera de la casa, mientras converso con Kennia. Me pregunto que sentía cuando miraba a su hijo y que sentía él al verse fuera de su hogar.

“Mi hijo a veces me pregunta. Mamá ya no vamos a volver a ese lugar que fuimos, donde había muchas moscas”.  

Imagen por cortesía de CASM

La captura

Para él, el recuerdo quizás es muy borroso, pero para Kennia el verlo enfermar a pocos días de cruzar la frontera y también cuando en brazos corrían al monte y buscaban como cruzar el río, el recuerdo todavía perdura.

“Tuvimos que escondernos en el monte. Hubo dos muchachos que me ayudaron a cargar el niño. Pero a orillas del rio, el niño empezó a llorar. La migra venía detrás de nosotros. Al verlo llorar, dije no más. Me tengo que entregar”.

La imagen es fuerte, y me hace pensar en todos los pensamientos y sentimientos que a Kennia se le venían a la mente en ese momento.  Para mi ella, como toda madre, como yo lo haría también pensó primeramente en la vida de su hijo.

“El rio era profundo. Sólo en la orilla, podés ver como cubre a la persona. El coyote te acompaña. Pero no es garantía. A veces te dejan ahí. Mi esposo cuando intentó llegar a Estados Unidos se estaba ahogando en este rio.   Y yo no fui capaz de entrar con mi hijo.”

 La imagen me hace pensar en otra más trágica que dio la vuelta el mundo el 26 de junio del 2019: El padre salvadoreño con su bebé de 1 años y 11 meses tratando de cruzarlo, para terminar ahogados.  Estoy segura de que Kennia también había escuchado esta historia y vislumbró esta posibilidad.

Detención

Pero no sería la única vez que Kennia sostendría fuerte a su hijo y desearía estar en otro lugar con él. En el sistema penitenciario, donde los retuvieron en Mexico no les dieron a probar ni un vaso de agua. “mi hijo me decía, mamá tengo sed y yo pedía agua, pero no lo daban. En ese momento pensé: Púchica, ¿por qué uno hace esto”. 

El abuso y maltrato en los sistemas detención no son noticias nuevas.  Desde los ICE en Estados unidos, hasta los retenes en México y Guatemala miles de Migrantes son tratados como los peores delincuentes, cuando en la mayoría de los casos son sólo personas valientes que quieren un futuro mejor. Porque si, se requiere mucha valentía el hacer que lo que Kennia hizo para salir de su hogar.

Un taller de panadería con CASM. (Foto MCC/Emily Bowman)

El regreso

Kennia fue deportada a Honduras, junto a su hijo. Dice que nunca pensaría volver hacer esa travesía. Hoy gracias a CASM, tomó un curso de cocina y tiene un puesto de comida.  En este momento del relato su voz cambia. Me cuenta de su clientela, de lo duro que está a veces, pero que nunca le falla de las comidas que vende, y que inclusive está aprendiendo hacer Pizza. Pero también todo el acompañamiento que CASM le ha brindado.  “En CASM nos han ayudado también psicológicamente, ha sobrellevar inclusive toda esta ansiedad que ha traído el COVID-19”. Y es ahí donde Kennia, finalmente me comenta la verdadera razón por la que quería salir de su país. “A mi padre lo llegaron a matar a la casa, porque un tío cambiaba dólares. Nos ataron a mí a y mi hermana y cuando mi padre llegó en su moto lo confundieron con mi tío y lo acribillaron frente a mis ojos”. Kennia, tuvo que salir de su hogar, porque no soportaba ver la imagen de su padre asesinado frente a sus ojos, su confianza también se vio mermada cuando miraba motos o viajaba al centro de la ciudad. Su hermana fue la primera en irse.

En Honduras el tema de la seguridad en un problema de dimensiones mayores.  Los ciudadanos y ciudadanas de Honduras, Guatemala y el Salvador viven a expensas de extorsiones de las cabecillas de pandillas, (Maras) que inclusive desde la cárcel envían a sus emisarios a controlar los barrios y deciden las tarifas de extorsión y por supuesto el destino a cruz y puñal de cada uno de los habitantes.

Kennia, sin embargo, me dice sentirse con muchas ganas de seguir luchando. Que migraría de manera legal si pudiera. Por ahora está concentrada en sus dos hijos en sacar adelante el negocio. “Aquí voy de poquito en poquito, echándole para adelante”.

Y yo lo creo y me despido de ella, por el teléfono agradeciéndole el compartir su historia conmigo y admirada por la resiliencia y valentía de nuestras mujeres, de nuestros pueblos que van todos los días, paso a paso, de poquito a poquito como Kennia reconstruyendo su vida e hilando su propio sueño.


Wendy Vado es coordinadora del programa de enlaces de CCM Nicaragua y Honduras.

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