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Amy Eanes trabaja y vive Istmina, Choco con el  Programa Semilla. Este articulo fue publicado en el blog de Semilla

IMG_2332-web editConstruir la paz en el contexto del conflicto armado, el abandono del estado, y la pobreza es un desafío enorme y multifacético, pero en mi rol como Semillera con las Iglesias Hermanos Menonitas del Chocó, interactuó con muchos que están laborando con diligencia para ello, muchas veces lejos del foco de atención. Me senté con la Hermana Arosa Palacio, un miembro de la Iglesia Jerusalén de los Hermanos Menonitas en Istmina, Chocó, para hablar de su vida y experiencias como una persona que ha sido desplazada por el conflicto armado y que ha trabajado por la justicia en su comunidad.

Originalmente del Chocó, Arosa y su familia estaban viviendo en otra parte de Colombia cuando una ola intensa de violencia los obligó a huir de su casa y volver al departamento a mediados de los 1990. “Chocó era nuestro refugio de paz,” dice ella, añadiendo que los grupos al margen de la ley no habían llegado. Proteger a sus hijos y sacarlos de un contexto violento era su prioridad principal. Al llegar a Istmina, Arosa y su familia se sostenían por la minería y agricultura, bajando el Río San Juan para trabajar en varias comunidades.

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Tres años después de su desplazamiento, ella se unió con un grupo de personas desplazadas que habían comenzado a organizarse, guiado por un docente local. Según la Ley 387 de 1997, personas desplazadas eran reconocidas y garantizadas ayuda y protección en su proceso de restablecimiento. Pero, como explica Arosa, cuando la gente iba para hacer el reclamo al nivel del gobierno local, “no querían responder, no lo aceptaban porque lo vieron como un méndigo. Rechazaban declaratorios porque la gente llegó sucia o sin zapatos…si iba limpio, como puede ser desplazado si está limpio?” Como resultado, el grupo organizó unos talleres acerca de los derechos humanos y un viaje a Bogotá para reunirse con unas entidades del gobierno para abogar por su situación de víctimas que no habían recibido el reconocimiento legal.

Sus actividades de incidencia política les permitieron obtener el reconocimiento legal como personas desplazadas pero no lograron recibir las reparaciones económicas que eran su derecho. “No nos colaboraron, económicamente,” dice, “pero con reconocimiento de nuestra situación.”

Con el apoyo de la diócesis católica, la asociación de desplazados estableció una iniciativa agrícola de criar pescados, cerdos, y pollos. A pesar de que creó empleo para muchas personas durante su tiempo, la iniciativa finalmente resultó ser insostenible. Arosa continuó trabajando con el liderazgo de la organización y más luego fue seleccionada como su vicepresidenta. “A la gente le gustó mi forma de trabajar, respeto y solidaridad con la gente”, dice ella.

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A pesar de décadas de trabajo con la asociación, se quedan obstáculos: “No tengo respuesta para responder las necesidades de las comunidades… Estoy pendiente de las cosas, pero veo que el gobierno no está respondiendo, no está cumpliendo su responsabilidad. Los mismos que escribieron la ley son ellos que la violan. Hemos sido víctimas de la violencia, y ahora somos víctimas del gobierno”.

Reconociendo el poder de oración y su esperanza que Dios intervenga en su situación, dice, “La paz no se consigue diciendo “Queremos paz,” sino trabajando por ella.” Así como Jesús predicó y alimentó a las multitudes, también entonces el trabajo de la iglesia debe preocuparse con necesidades espirituales y físicas. “Jesús, con lo poco que tenía, alimentó a los cinco mil y sobró canastas… Los discípulos que estaban con Jesús, cuando vieron el hambre de la gente, le decían “Despídalos sin comida,” pero Jesús por el Espíritu Santo, pudo satisfacer sus necesidades físicas. Este es la vida cristiana,” dice, “ver por los ojos de Jesús la realidad.”

Además de acompañar a personas desplazadas en su comunidad, participar activamente en la iglesia Hermanos Menonitas, y su papel como madre y abuela, durante los últimos veinte años Arosa ha servido como madre sustituta a unos cincuenta niños y niñas que han llegado a su puerta en un estado de desnutrición y abandono. Así como Jesús fue empoderado por el Espíritu Santo para alimentar a la multitud, su pasión para satisfacer las necesidades de las personas en su comunidad y trabajar hacia la justicia es real y viva a pesar de los años de lucha y injusticia.

Por favor oren por las Iglesias Hermanos Menonitas del Chocó, sus proyectos regionales, y las mujeres y hombres que trabajan por la paz en medio de circunstancias tan difíciles.

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