En México, según datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), 70.1% de las mujeres de 15 años y más ha experimentado alguna situación de violencia. La misma encuesta revela que, en un país donde las figuras de la madre y la esposa se valoran y aprecian tanto en el imaginario social, el tipo de violencia con mayor prevalencia es la psicológica (51.6%), seguida por la violencia sexual (49.7%).

Según datos del Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, en México:

  • Ocho de cada 10 agresiones por violencia sexual provienen de parientes o personas conocidas cercanas.
  • De enero a octubre de 2020, (en el contexto del confinamiento por la pandemia), se registraron 3,581 casos de egresos hospitalarios por violencia sexual: 3,325 niñas y 256 niños.
  • En 2014, alrededor de 23 mil adolescentes de 12 a 17 años sufrieron algún tipo de agresión sexual, incluyendo acoso, tocamientos y actos sexuales no consentidos.
  • En 2020 hubo 373 mil 661 nacimientos de madres adolescentes, de los que 8 mil 876 son hijas e hijos de niñas menores de 14 años. Niñas entre 10 y 14 años fueron embarazadas por: un amigo, un familiar, un desconocido o el exnovio. La mayoría de éstos, por violación sexual o matrimonios arreglados.

Las contradicciones entre el sentir de los mexicanos hacia las mujeres y los niños y su actuación como sociedad son evidentes y preocupantes. Todavía nos movemos en un sistema patriarcal en cuya estructura a los hombres (por género), se les adjudica mayor poder que a mujeres, NNA, personas de la tercera edad, discapacitados y personas con orientaciones sexuales diferentes, sobre la base de una cultura que disimula e invisibiliza la violencia detrás de figuras como “el hombre llega hasta donde la mujer quiere”, o “los niños son el futuro de México”. Y aunque reconocemos que el camino es largo, ¡hay un camino! Un camino que ha sido abierto a precio de lágrimas, muerte, desapariciones, movilizaciones sociales, y dolor, mucho dolor. Por eso nuestra tarea como pacificadores debe ser también acompañar a las muchas mujeres, madres, hijas, esposas, familias de tantas otras mujeres desaparecidas, niñas y niños violentados sexualmente y adolescentes en la mira del narcotráfico.

Por eso nosotros hoy también decimos ¡Ni una más! ¡Las niñas y los niños no se tocan, no se violan, no se matan!


Ruhama Pedroza Garcia es la facilitadora de procesos de formación de CCM Mexico.

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