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Por Adrienne Wiebe, CCM América Latina,

Ex dictador de Guatemala, el Ex General Ríos Montt fue condenado a 80 años en prisión por genocidio y crímenes contra la humanidad el 10 de mayo de 2013.

Sin embargo, sólo ha pasado una noche en la cárcel. Estaba bajo arresto domiciliario para ese último año, en espera de juicio. Después de la condena, el ex General pasó una noche en la cárcel, y luego al día siguiente fue trasladado a un hospital militar porque tenía problemas con la hipertensión.

Hoy (20 de mayo), se aunció que la corte constitucional de Guatemala ha anulado la condena debido a una falta técnica en el juicio. Parece que la última mitad del juicio no es válido. El ex general ha sido trasladado devuelta a arresto domiciliario.

Esta condena fue histórica. Era la primera vez en América Latina, que un ex jefe de Estado ha sido declarado culpable de genocidio en su propio país. Organizaciones de derechos humanos y grupos de la sociedad civil pensaron que esto señaló el fin de la impunidad que ha protegido la élite poderosa en Guatemala desde hace décadas.

El período más sangriento del conflicto armado

Durante el conflicto armado de 1960 a 1996, 250.000 personas murieron o desaparecieron, la mayoría indígenas y civiles. Según la ONU, el 93% de los crímenes fueron perpetrado por las fuerzas militares o paramilitares. Cuatrocientos pueblos fueron totalmente arrasados. Miles de mujeres sufrieron agresiones sexuales.

Ríos Montt presidió en el período más sangriento de los 36 años de guerra civil. Asumió el poder en un golpe militar en marzo de 1982 y fue derrocado por otro golpe de estado, 17 meses después, en agosto de 1983.

En este corto período se utilizó una estrategia de «tierra arrasada» por parte del ejército contra las comunidades indígenas que pensarón que estuvieron ayudando a los rebeldes izquierdistas. Cientos de aldeas mayas fueron destruidas, casas y campos quemados, las mujeres violadas y personas brutalmente asesinadas por soldados.

Los cristianos, la paz y la justicia

La convicción de Ríos Montt ha sido controversial en Guatemala. Algunas personas argumentan que este caso es reabrir las heridas del conflicto armado que debe quedar cerrado. Los acuerdos de paz de 1996 pusieron fin al conflicto armado, y ahora el país necesita seguir adelante. La mejor forma de lograr la paz es olvidar el pasado. Similares argumentos han sido utilizados en otros casos parecidos, como en Sudáfrica, Argentina, y Chile.

Pensando en esto, me acordé de una sección del libro, por Susan Classen, Buitres y Mariposas: Viven las Contracciones. Classen era trabajadora de CCM durante nueve años en Bolivia y El Salvador. Vivió en El Salvador durante el conflicto armado allí y experimentó acoso y detención, y también el sufrimiento de la comunidades.

Aquí están sus pensamientos sobre la relación entre justicia y paz, en un contexto donde la violencia se utiliza para proteger el privilegio y el poder, y «paz» significa dejar encubrierto la injusticia.

«Los cristianos son llamados a tomar partido en ciertos tipos de conflictos. [Alberto Nolan, un sacerdote sudafricano] identifica tres interpretaciones erróneas en la posición de que ser un pacificador siempre significa reconciliar dos fuerzas opuestas.

En primer lugar, la posición de reconciliación asume que el conflicto se basa en mal’entendimientos que pueden ser aclarados con un proceso de facilitación de comunicación. Pero en algunos conflictos hay lo corecto y el mal. Los cristianos no son llamados a intentar a conciliar bien y mal, justicia e injusticia. Estamos llamados a acabar con el mal y la injusticia.

En segundo lugar, la posición de reconciliación asume que una persona puede ser neutral. Pero en casos de injusticia y opresión, la neutralidad es imposible. Si no estamos en el lado de los oprimidos, automáticamente estamos con el opresor por consciente o inconscientemente, y mantenemos el status quo.

En tercer lugar, la posición que los cristianos siempre deben buscar la reconciliación y armonía supone que tensión y conflicto son males peores que la injusticia y la opresión.» (p. 150-151)

El reto de lograr la paz con justicia

El tema de cómo se obtienen la justicia y la paz en países que han experimentado períodos extendidos y dolorosos de conflicto armado es complejo. Actualmente, los Guatemaltecos están luchando con esto, como muchos otros países en América Latina. Los Colombianos se enfrentarán retos similares con el avance de las negociaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla.

Construcción de paz con justicia es muy difícil, especialmente al tratar de casos de crímenes del Estado contra su propia población. Sin embargo, es fundamental equilibrar la justicia verdadera y paz integral si una transformación positiva de la sociedad va resultar de estos conflictos armados.